Hace ya unos meses, tuve la suerte de asistir a una conferencia impartida en la Universidad de Alicante por el Director de RRHH de Google España Javier Martín. Tengo que decir que me encantó lo que compartió con nosotros, la forma en la que gestiona a las personas una de las compañías mas aclamadas en todo el mundo. Algunas de las propuestas las conocía ya que aparecen en el libro “La nueva fórmula del trabajo” del Vicepresidente Senior de Gestión de Personas de Google, Laszlo Bock.
En un momento de su intervención, Javier Martín expuso la diferencia que para él existe entre trabajadores locomotoras, pasajeros y los que él llama prisioneros. Los primeros son los que empujan a la compañía, impulsan al crecimiento y desarrollo y con su desempeño facilitan la consecución de sus objetivos. Estas personas son el verdadero talento con el que cuenta la organización. Luego están los pasajeros, están subidos en el carro pero su actitud a veces conformista no marcan una diferencia positiva en la empresa. Muchas veces se dejan llevar…
Bueno, y que podemos decir de los prisioneros. Aquellos que a pesar de mostrar un nivel de descontento notable con la compañía, no terminan de marcharse de ella. El resultado, empleados desmotivados carentes de actitud positiva y un desempeño profesional muy negativo. No quiero hablar en esta entrada sobre quien es el que tiene la culpa de esta situación, solo describo un forma de comportamiento en el puesto de trabajo.
Como es lógico, todas las empresas (no hace falta que seas Google) necesitan locomotoras. Personas que marcan la diferencia y que son el verdadero motor de estas. Sin ellas, la consecución de metas, el clima laboral y cualquier objetivo valioso para la organización, se complica hasta límites insospechados poniendo en peligro su propia existencia.
Nada más escuchar esta reflexión, me vino a la cabeza la pregunta que suelo hacer en mis seminarios al hablar de motivación en el trabajo. Les planteó la cuestión sobre si es lo mismo un trabajador satisfecho que comprometido. La respuesta es, como intuyes, que son dos cosas diferentes. El primero no tiene porqué ser un mal trabajador, le gusta lo que hace, valora las condiciones donde desarrolla su actividad y está cómodo con las responsabilidades actuales. El gran problema es que no está muy identificado con la organización al entender que su rol de empleado tiene unos límites claros, provocando que no considere como propios los éxitos o fracasos de la empresa. Esta actitud hace que se mantenga en su zona de confort, haciendo tareas que conoce y rechazando todo cambio que él interprete que puedan suponer un esfuerzo extra.
Los comprometidos también valoran su trabajo pero no se quedan en la comodidad de las funciones conocidas. Reconocen que las empresas, y por tanto ellos también, están obligadas progresar continuamente, a mejorar día a día en busca de la excelencia. Saben cuál es la cultura y valores de la compañía y comparten su propósito. Los trabajadores comprometidos constantemente se preguntan cómo pueden ayudar a que la empresa logre sus metas, ya que entiende que los intereses de ambos con compatibles e interdependientes.
Si diriges equipos tu responsabilidad debe ser la de crear y retener a locomotoras, recuperar pasajeros, y eliminar prisioneros. Si eres un empleado, analiza tu propio comportamiento y si tu actitud realmente ayuda a la empresa o no y, en consecuencia, en que grupo te incluyes.
Gracias por tu tiempo, lo más valioso que tienes, y no olvides …¡desarrollar tu talento y el de tu equipo!