No hace mucho, en una formación individual con el jefe de equipo de una importante empresa industrial, este me comentaba que llevaba trabajando en la compañía desde ya más de 20 años. Durante todo ese tiempo, afirmaba orgulloso, “no he faltado nunca al trabajo, y jamás he pedido una baja, ¡no sé como hacerlo!”. Ante tal comentario no me quedo más remedio que felicitarle de manera sincera y decirle, ingenuo de mí, “¡la empresa debe estar contento con tu compromiso!”. Que dije. En ese momento no era consciente de “la puerta” que acaba de abrir.
Tras mi confiada aseveración, el responsable de equipo contestó mostrando leves pero reconocibles indicios de enfado: “ja, pues deberían, eso mismo pienso yo. Pero mira lo que me paso hace menos de un mes. Como te he dicho no he fallado ni un día, pero hace unas semanas me quedé dormido. Entro temprano y aquel día, no lo sé, pues no sonó el despertado del móvil o no lo escuché. A los 10 minutos del inicio del turno, uno de los miembros del equipo me llamó y corriendo, en otros 10 minutos, estaba ya en mi puesto de trabajo. Vivo al lado así que no tardé nada. Vamos, que en lugar de empezar a las 8:00 h, me incorporé a las 8:20 h más o menos. Además mi equipo había iniciado la producción y no se había generado ningún retraso en la línea. Me sentía muy mal por lo que había pasado pero …. bueno, era una vez en 20 años. Sin embargo, al llegar mi jefe y enterarse de lo sucedido me llamó y… (silencio)…¡va y me dice que lo ocurrido no podía volver a suceder¡. ¡Qué como jefe debo dar ejemplo y no puedo fallar otra vez!. Me c**g* en ….. No sabes como me jo*** el comentario“. Tras compartir conmigo su historia y yo escucharle con atención, me hizo la pregunta que sabía venía a continuación:”¿lo ves bien? ¿así actúa realmente un buen jefe?“.
La verdad es que pude reconducir la conversación a la senda positiva y constructiva que había tenido desde el inicio, analizando conjuntamente el relato hasta alcanzar un aprendizaje que estoy convencido le ayudó a mejorar como líder y a desarrollar sus competencias directivas.
Pero si te preguntas que respuesta le dí a la pregunta que me hizo, si me parecía correcto la actuación de su jefe. Te voy a contestar enseguida pero antes permíteme que te devuelva esa misma duda. ¿Hizo bien? ¿Podría haber actuado de otra forma el responsable de nuestro protagonista?. ¿Alguna vez te ha pasado algo parecido con algún miembro de tu equipo?.
Como reza el título de este artículo, en este caso la mejor acción habría sido la no acción. Olvidar, mirar hacia otro lado, no darle importancia habría sido lo correcto. Si quieres puedes hablar con él sobre el tema para conocer lo que ha pasado, pero acto seguido restarle importancia. Teniendo en cuenta la persona, su trayectoria así como las leves consecuencias de su error, el buen líder debe plantearse si realmente vale la pena poner el foco en el problema, con el riesgo que la solución sea más grave que lo que nos preocupa, o mejor olvidar el tema.
Claro que la situación es diferente si estamos ante un “sospechoso habitual” o esa misma persona, en un breve espacio de tiempo, ha cometido equivocaciones similares y de mayor gravedad.
Como sucede en la vida, en la gestión de personas a veces olvidar es lo mejor que nos puede pasar a nosotros y a nuestro equipo.
Gracias por tu tiempo, lo más valioso que tienes, y no olvides …¡desarrollar tu talento y el de tu equipo!