Tengo que tener más mala leche para ser buen jefe

¡Feliz año!. Espero que hayas empezado genial este 2019 repleto que como dice una imagen que siempre recibo en esta fechas, está repleto de oportunidades, como mínimo 365.

Comienzo este año recordando una conversación que mantuve hace ya varios meses con una joven profesional que había sido promocionada recientemente como Responsable de Proyectos de una importante empresa. Estábamos hablando sobre cuáles debían ser las bases de un buen liderazgo, cómo conseguir entre otras cosas que a uno su equipo le siga, cumpliendo con las instrucciones dadas y alcanzando los objetivos propuestos manteniendo niveles adecuados de motivación y compromiso. Ella me decía que había decidido adoptar un estilo de liderazgo dictatorial y autoritario, del ordeno y mando, del cumple lo que te diga si no… Me sorprendió su respuesta tanto por el carácter de esta persona como por su edad (era muy joven). Había supuesto que apostaría por otras formas de dirigir  más participativas, democráticas e inspiradoras. Le explicaba que se podía conseguir el respeto del equipo, si esa era lo que buscaba, sin necesidad de emplear estilos autoritarios. Existen otras formas de llegar al equipo que generan un entorno emocional mucho más positivo que el que ella proponía.

Dando muestras de nuevo de su sinceridad me contestó que estaba de acuerdo conmigo, que compartía la misma  visión que yo, pero que… y tras una pausa continuó: “Javier, te voy a decir la verdad, mi jefe me dice que tengo que tener más mala leche, ser mala persona si quiero que la gente respete mis decisiones”.  Le pregunté si esa recomendación que le había hecho su responsable hacía referencia a una situación/ situaciones concretas en las que él le pedía que fuera más exigente con su equipo. La joven Responsable me contestaba que no, su superior le había pedido que su manera habitual de relacionarse con su equipo fuera muy autoritaria y exigente.

Mi sorpresa inicial se transformó en tristeza. Que en el año (2018  – 2019)  en el que nos encontramos todavía se escuchen esos comentarios y pervivan maneras tan rancias de liderar más propias de otra época, resulta algo descorazonador. Sin lugar a duda queda todavía bastante trabajo por hacer y aspectos que cambiar. No creo en absoluto que sea necesario actuar siempre de forma dictatorial y con una comunicación directa donde no se cuiden las formas en la relación con nuestros colaboradores. Lo digo por mi propia experiencia y después de haber tenido la oportunidad de corroborarlo con muchos jefes de equipo que son capaces de conseguir contar con unos colaboradores altamente preparados y muy comprometidos sin necesidad de estar siempre gritando o echando broncas a diestro y siniestro.

He reflexionado en varias ocasiones sobre este asunto con el objetivo de encontrar las causas que impiden cambiar esta manera de dirigir. Está claro que si somos realistas y objetivos, si entendemos liderar como comunicarse continuamente con el equipo, fomentar su autonomía, explicar los propósitos, invertir en su desarrollo,… todo eso cuesta y exige más que el “ordeno y punto”.  Sin embargo desde cualquier enfoque, esta manera cortoplacista de dirigir personas pierde, gestionar equipos sale derrotado en el corto, medio y, por supuesto, largo plazo. Entonces, ¿por qué cuesta tanto cambiar?. No creo que sea cuestión de personalidad, que salga de forma natural como consecuencia de una manera de ser. Más bien pienso que se trata de una cuestión de comodidad. Como hemos dicho antes, exige menos imponer que persuadir, dar ordenes que explicar motivos, olvidarse de la motivación del equipo que estar pendiente de ella. Hasta que no asumamos este esfuerzo no se podrán cambiar las cosas, hasta que no haya un deseo sincero por mejorar la manera de liderar todo seguirá igual y todos, ty digo todos, saldremos perdiendo.

Gracias por tu tiempo, lo más valioso que tienes, y no olvides …¡desarrollar tu talento y el de tu equipo!